miércoles, 14 de agosto de 2013

Instrucciones para tejer una noche de insomnio

1. Búsquese una estación de tren abandonada. Pedalee hasta los soportales de piedra. Bájese de la bici y descuelgue sus alforjas.
2. Desnúdese para asearse con el agua del grifo de la pila que está, sí, ahí, en la pared del edificio junto al cual va a intentar no dormir.
3. Déjese picotear a gusto por las decenas de mosquitas rabiosas que acuden con ansiedad a cenar, a cenarle, aprovechando su generosa desnudez.
4. Tras secarse, túmbese en el suelo, sobre la colchoneta, dentro del saco, y observe las estrellas. No se preocupe, no se tense, tener un buen insomnio es fácil y accesible para cualquiera. Usted no es una excepción.
5. Cierre los ojos, déjese abandonar al sueño. ¿Como ha de sobrevenir el insomnio si no es a través de la ruptura, constante, del tejido de los sueños apenas creados?
6. Escuche el sonido que se va haciendo mayor. El tren se aproxima a la estación abandonada. Perciba el pifiar de la locomotora decimonónica. Se detiene. Vapor. Chirriar de ruedas. No se levante. Los pasajeros de otra época, de otro mundo y otros sueños le observan desde las ventanillas de los vagones ajados por el tiempo, frente a usted, metido en el saco, junto a la bicicleta y las alforjas desenganchadas, bajo las estrellas, sin abrir los ojos, escuchándolo todo. Transcurren segundos siglos. Voces, pasos, golpes de maletas, alguien corre, una campana de mano. Siga sin despegar los párpados. El tren abandona la estación abandonada, corre cada vez más veloz hacia unos raíles que, unos metros más adelante, no tienen continuidad. Descarrilará. Morirán todos... una vez más... ¡Despierte!
7. Note el fuerte latir de su corazón. Sienta la angustia pinzar su garganta. Mire el cielo, las estrellas, sea consciente del calor del saco-sábana pegado a su cuerpo cansado. Mueva la cabeza sobre la almohada de viaje. Concéntrese en la molestia del cuello, perciba el  modo en que el suelo duele, sobre la costillas, cuando gira el tronco hacia la izquierda.
8. Esté atento al zumbido alrededor de la oreja. Los mosquitos han vuelto. Busque a tientas el repelente. Úntese de nuevo la piel y, acto seguido, rásquese un ojo para poder disfrutar del escozor que ello le provocará.
9. Duérmase de nuevo. Profundice en el sueño. Está ahí, allí, tumbado en el saco, caminando por una calle de la ciudad, soñando que está soñando, cruzando la calzada, un coche viene a toda velocidad, frenada. ¡Despierte!
10. Los ojos pican, la cabeza pesa. Todo va bien. ¿Puede escuchar la música? En algún lugar de detrás de la arboleda, más allá de la estación del tren, se hace presente la fiesta a través de la música, los gritos de alegría. Muévase a un lado y otro. La almohada de viaje, el dolor de cuello, la incomodidad de la espalda, el calor. Disfrútelo intensamente. Abra más la cremallera del saco. El antebrazo le pica. Rásquese. Cierre los ojos. Tenga fe. Ya casi lo ha conseguido, no desperdicie esta magnífica oportunidad durmiendo lo poco que le queda de noche.Cierre los ojos. Déjese caer, más, más, más...
11. Alguien se aproxima caminando por el andén, hacia usted. Lleva algo en la mano derecha, con lo que va a golpearle contundentemente aprovechando su indefensión absoluta. Se acerca... Los pasos, junto a la cabeza. ¡Despierte!
12. Mire a un lado y a otro de la estación, de la noche, constate que no hay nadie. Sienta el profundo cansancio, el aturdimiento que embota su conciencia. Saboree el caminar hacia la vigilia por el borde de los cristales que sus sueños rotos han desparramado a su alrededor. Espire profundamente y déjese caer de nuevo sobre la colchoneta autohinchable. Fíjese en el cielo, está clareando, queda poco tiempo para que amanezca por completo. Ya no podrá volver a dormirse de nuevo. Enhorabuena. Sea consciente del malestar generalizado que le provoca esta noche hecha añicos sobre su cuerpo maltrecho.
13. Permítase sentirse orgulloso del logro alcanzado y no deje de recomendárselo a sus amigos.

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