lunes, 19 de agosto de 2013

Vivir de espaldas a los ríos

Es vivir de espaldas a la naturaleza, a la fuente de vida que nos vio nacer como especie, de espaldas a aquel elemento madre del que salimos una vez, hace mucho tiempo, cuando los homo no eramos siquiera un suenio entre un suenio en el mundo primigenio de bacterias nadadoras, cuando aún las grandes civilizaciones que se desarrollaron junto a los inmensos ríos del mundo no eran ni polvo en las sandalias de los dioses.
Pero nosotros no les hemos dado la espalda. Los hemos buscado continuamente a través de sus venas abiertas de esperanza fluyente, natural, y de sus "apresamientos" humanos en forma de embalses. El Tajo y el Guadiana nos han regalado frescor cuando la otra ola, la de calor (que de ola no tenía nada) nos golpeó con virulencia en las jornadas en que hicimos la Vía Ardiente de la Jara y sus alrededores, y tuvimos que pedalear con temperaturas rayanas a los 45 grados. Hemos reconectado con el vínculo que una vez tuvimos con ellos, antes de que los contamináramos, los encauzáramos, los desnaturalizásemos. Hemos vuelto a sumergirnos en el Tigris, el Éufrates, el Iber, y hemos renacido, como seres humanos, gracias a ello, despojándonos de todo atisbo de urbanismo asfaltiano, pinchándonos con los cardos, sintiendo las piedras morder las plantas de nuestros pies y sobrecogiéndonos al percibir cómo el fango nos engullía lentamente, cual ser vivo, hasta cubrir nuestros tobillos...
Resulta cuando menos inquietante que se tenga que meter uno a un río de manera furtiva, escondiéndose entre los juncos, como si estuviese cometiendo un delito. Mis padres aún se baniaban en el Manzanares -La playa de Madrid- de ninios, convirtiendo la romería a ese espacio en una fiesta social que deleitaba a grandes y chicos. Pero eso fue hace ya mucho... Cuando no había piscinas municipales -que incrementan sus tarifas de manera abusiva e incomprensible, cada anio, vetando el acceso a las mismas a las gentes menos pudientes, como si ellas no tuviesen el mismo derecho que el resto a disfrutar de un elemento, el agua, que pertenece por igual a todos los habitantes del planeta- ni tantas privadas -que cierran sus puertas, jurado en mano, para uso y disfrute de unos pocos-... Sí, hace mucho, cuando se sentía al río como un ecosistema amigo, cercano. Ahora, en nuestras ciudades, los ríos se ven desde la tele, o el coche, cuando viajamos, pero ignoramos qué es el pálpito del río, su latir de crecidas y sequías, su olor, sus mosquitos, su universo que corre, una y otra vez, buscando el abrazo del mar. Lo ignoramos porque hace tiempo que los habitantes de las ciudades perdimos el vínculo con la naturaleza... Y de igual modo al que a los ninios, cuando se les pregunta que de dónde viene la leche dicen que del Mercadona, muchas veces, a todos se nos olvida de dónde viene el agua que corre, por arte de magia, de nuestros grifos...





.





No hay comentarios:

Publicar un comentario